lunes, 14 de julio de 2008

Cabernet Sauvignon en Chile


Cabernet Sauvignon

El rey de los cepajes clásicos, constituyente esencial de la mezcla típica de los vinos Burdeos. En Chile es la cepa tinta más importante y la responsable del buen prestigio de los mostos nacionales en el extranjero. Los mejores vinos chilenos son de esta cepa. Da vinos robustos, habitualmente con notas a frutos rojos grosella, cassis, habano (tabaco), entre otros, y tiene un potencial de guarda superior a los otros vinos dada su estructura. En Chile da tonos característicamente mentolados (eucaliptus en muchas zonas). Excelentes Cabernets se dan en toda la zona central (los mejores incluso están dentro de la misma Región Metropolitana) con la apelación Valle del Maipo, en la zona de Curicó y muy intensamente en el valle de Colchagua.


La cara más visible del feliz momento de los vinos chilenos, y su principal exponente a nivel mundial es Viña Concha y Toro, sin duda un gigante, la viña más grande del continente, y la tercera a nivel mundial.

Sus más de 7000 hectáreas plantadas en Chile asombran no sólo por su enorme producción, que para la próxima temporada espera empinarse a más de 300 millones de litros anuales, pero lo que realmente destaca a esta compañía es la reconocida alta calidad de sus vinos.

Don Melchor Concha y Toro se llamaba el fundador de la viña con su mismo nombre, que en 1883 empezó con su negocio “familiar”. Sin embargo, más de 100 años debieron esperar para que el nombre de Don Melchor sea conocido no por ser el fundador de Concha y Toro, si no que la etiqueta del vino más premiado de la viña.

Y es que este Cabernet Sauvignon ha roto todos los récords para los vinos del “Nuevo Mundo”. Su famoso enólogo, Ignacio Recabarren logró crear este vino Ultra-Premium, que logró obtener 97 puntos en el Wine Spectator, conocido como “El Mundial de los Vinos” con su cosecha del año 2002, situándolo en el cuarto mejor Cabernet a nivel mundial. Un logro histórico para un vino latinoamericano.

Pero eso no es todo. El mosto de Recabarren consiguió lo imposible, y volvió a situar a Don Melchor en lo alto consiguiendo otros dos cuartos lugares de manera consecutiva (2003 y 2004).
¿Pero a qué se debe el éxito de Don Melchor? ¿Qué hace a un vino mejor que otro? Dos cosas, su ambiente natural, y el trabajo que el mosto tiene.

En lo primero, Chile está asegurado. El país cuenta con condiciones geo-climáticas perfectas para la mayoría de las cepas, gracias al clima mediterráneo de la zona central y las fronteras naturales como la Cordillera de los Andes, el Océano Pacífico, el Desierto de Atacama y la Antártica. Pero el secreto de Don Melchor está en su proceso, y desde el inicio.

Las cepas de Cabernet Sauvignon de Don Melchor son de viñedos adultos de treinta años, estando ubicados en el Valle del Maipo, específicamente en las fértiles tierras de Pirque, considerado uno de los 25 mejores terroirs en el mundo, y siendo estas uvas cosechadas a mano, especialmente seleccionadas.

La vinificación de este vino no es menor a la calidad de su cosecha. Un Don Melchor es añejado por dos años en barricas de roble francesas de primer uso, lo que le impregna al vino exquisitos aromas a chocolate, tabaco e incluso café, siendo estas barricas guardadas en el mítico “Casillero del Diablo”.
Pero eso no es todo. Antes de salir al mercado, Don Melchor debe permanecer otros dos años añejándose en su botella, lo que le asegura un color más oscuro con un tono rubí fascinante.
Colores, aromas, sabores, una obra de arte de Ignacio Recabarren que le dio a Chile nuevos laureles en el mundo del vino, transformándose Don Melchor en el icono de Viña Concha y Toro, con un Cabernet Sauvignon 100% natural, un vino 100% chileno.

Maridaje: El mejor acompañamiento que puede tener un Don Melchor es un buen asado, carnes rojas. También las pastas le vienen de maravilla a este vino. Algo más excéntrico, chocolates. Este Don Melchor fue añejado en barricas de roble francés, que le dan al vino fragancias justamente de chocolate, café y tabaco.

El consejo del Sommelier: Descorcharlo y esperar entre treinta y sesenta minutos para que el vino “respire”. Puede también decantarse, es decir, vaciar el vino en una jarra de jugo, con un colador, para que los sedimentos queden fuera. El proceso puede apurarse moviendo el contenido para que el oxígeno penetre y se evapore el alcohol más rápido. Mientras más alcohol pierda el vino, más aromas y sabores se pueden degustar.

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