viernes, 1 de agosto de 2008

Torrontés Riojano

  • El origen del Torrontés Riojano es desconocido pues no se lo ha podido identificar con ninguna variedad europea que explique sus antecedentes en el Viejo Mundo.
    Diríamos, entonces, que es un cepaje típico de Argentina. En San Juan se lo conoce también como Malvasía y en Mendoza, durante años, se lo llamó erróneamente Moscato d’Asti.
  • En sus aromas, tiene un parentesco con las uvas moscateles, aunque no es dato suficiente para establecer la descendencia de esta variedad.
    Estudiosos del tema aseguran que, en Argentina, las primeras estacas de Torrontés las habría implantado el capitán Diego Garzón, al pie del cordón de cerros Famatina (La Rioja), allá por 1611. Será por aquel pasado, que hoy esta uva es bien conocida como Torrontés Riojano.
  • Su extensión en Argentina alcanza las 8.180 hectáreas. La zona por excelencia de este cepaje son los valles riojanos, terruño en el que expresa características sobresalientes. También en los Valles Calchaquíes (Salta y Catamarca) exhibe una personalidad destacada. Son, tal vez, los Torrontés de Cafayate los más conocidos del mundo.
  • En el país se conocen tres cepas con el nombre Torrontés. El mendocino es más conocido como Chichera o Palet y su principal zona de difusión fue justamente Mendoza. Se conduce principalmente a través de parral y su uso más frecuente es el consumo en fresco. El Torrontés Sanjuanino, por su parte, suele vinificarse mezclado con otros cepajes blancos. Se estima, que coincidiría con el Moscatel de Austria, muy cultivado en el Valle del Elqui, en Chile. Allí se utiliza como principal variedad para la elaboración de Pisco. En Mendoza, este Torrontés, se ha difundido como Moscatel romano.
  • Desde la viña es bastante simple reconocer un Torrontés. Basta con inspirar profundamente y sus aromas particulares nos darán la señal. Desde lo ampelográfico se distingue por un follaje típico, con hojas grandes, contorsionadas y gruesas. También los racimos son grandes, con granos esféricos, de color amarillo dorado y notablemente perfumados. Por su parte, el vino también tiene señas de identidad que lo caracterizan. Su color más habitual es el amarillo pálido con leves destellos verdosos. En la nariz exhibe su carta fundamental. De gran caudal aromático, el Torrontés es un vino floral, herbáceo, con recuerdos a rosas y notas de té. Algunos se distinguen por el toque de ruda o la nuez moscada. También pueden aparecer cítricos y miel, sin restarle presencia al aroma típico de uva moscatel, que permanece aún en la botella. En la boca, algunos lo definen como un vino rústico. Tiene carácter y presenta un dejo amargo al final, sin perder su naturaleza fresca y ligera. No es un vino persistente ni de gran cuerpo, pero sí es original y con un marcado temperamento que invita a amarlo u odiarlo, pero nunca a ser indiferente.
  • Muchas bodegas argentinas lo utilizan como base de espumante o para vinos de aguja, aquellos que contienen una sutil dosis de gas carbónico que le suma vivacidad y frescura. Otras aprovechan sus uvas cuando están sobremaduras para elaborar vinos de cosecha tardía, dulces, con algunos gramos de azúcar residual, ideales para acompañar postres o para aperitivos. Por estas virtudes, y muchas otras que invitamos a cada aficionado a descubrir, el Torrontés argentino ha sido merecedor de reconocimientos y es considerado una de las variedades emblemáticas de la vitivinicultura vernácula.
  • Desde finales de la década del ’80, los vinos nacidos de Torrontés, han recibido medallas y honores en todo el mundo, premios que confirman su estirpe de “fiera luminosa que siempre depara sorpresas cuando sale de su jaula de vidrio”.

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